Lo mejor (y lo peor) de 2013

martes, 31 de diciembre de 2013

El año que hoy se nos va me ha dejado una estantería nueva en casa para cargar con todos mis libros nuevos, 43 títulos leídos de los 40 que me había marcado como reto, unas cuantas sorpresas agradables y alguna que otra decepción.


El lado bueno de las cosas (Un final feliz), de Matthew Quick. Lo leí en enero, antes de ver la adaptación al cine que protagonizaron Jennifer Lawrence (con Oscar incluido) y Bradley Cooper. La película me gustó, pero como suele ser habitual el libro es mucho mejor y bastante distinto a la versión cinematográfica. Pat Peoples acaba de salir de una clínica psiquiátrica y vuelve a casa con sus padres. Su pasado es un misterio, pero él está convencido de que su vida es una peli ideada por Dios con un único final posible: recuperar a su mujer. Su historia es de esas que arrancan carcajadas, pero de las de reír por no llorar. Pat, con su obsesión por hacer abdominales y destripar clásicos de la literatura, es el personaje que más me ha hecho reír y más ternura me ha inspirado este año. Y por cierto, menuda birria de título que eligieron para la traducción al castellano.

Danza de dragones, de George R.R. Martin. Intentaré hace una mini-reseña sin pisar ningún spoiler por el camino. He tardado mis dos años en ponerme al día con la saga Canción de hielo y fuego. Los libros son largos, densos y hay partes que exigen unas cuantas dosis de fuerza de voluntad y paciencia para continuar. Después del bajón que dio Martin en el cuarto libro, Festín de cuervos, el quinto vuelve a recuperar el pulso y la acción. Me gustan las historias que crean atmósferas, pero Martin debió de quedarse con más imaginación de la que le correspondía porque lo que hace con esta saga es crear todo un mundo, complejo, con dobleces, con sus lecciones de historia y de geografía, y con todo un catálogo de personajes, familias y traiciones. Si todavía no has leído los libros, hazlo. Si sólo has visto la serie Juego de tronos, hazlo también. Y si ya los has leído, sólo nos queda rezar para que Martin saque Vientos de invierno pronto.

En mi perfil de Goodreads pude añadir en noviembre otra calificación de cinco estrellas. Se las merece Juan José Millás. Lo hace casi siempre, porque tiene una mirada y una forma de escribir que me dan mucha envidia. Pero se las merece sobre todo por Hay algo que no es como me dicen: el caso de Nevenka Fernández contra la realidad. Un libro que es un gran reportaje sobre Nevenka Fernández, una joven que en 2001 tuvo que enfrentarse a sí misma y a lo que creía ser su mundo para denunciar a Ismael Álvarez, entonces alcalde de Ponferrada. Entonces su jefe y también su acosador. Es una historia delicada, que en su momento copó páginas de periódicos y horas de televisión, y que sólo alguien como Millás puede contar como se merece.

Divergente, de Veronica Roth. Y para terminar el resumen del año, una saga. Mucho mejor que la otra serie juvenil que he leído este año, Cazadores de sombras, y más entretenida incluso que Los juegos del hambre. Dejo la reseña para otro post porque pretendo extenderme, pero puedo decir que la saga merece la pena, engancha y oh, milagro, tiene una protagonista decidida y con personalidad. La ausencia de tríos amorosos también se agradece. Ah, y que hay película a la vista.

La decepción del año se la dejo para Pídeme lo que quieras, de Megan Maxwell. Y también para las editoriales, que de vez en cuando se empeñan en repetir patrones de éxito y publicar libros clónicos que no aportan nada. En 2013 tocó repetir la fórmula de Cincuenta sombras de Grey y las librerías se llenaron con eso que algunos llaman (con muy poca gracia) porno para mamás. 

A Christian Grey lo leí y lo toleré, pero sólo por motivos sentimentales: en su origen había sido un fanfiction de Crepúsculo y era la primera historia del fandom que saltaba de la pantalla al papel con tanto éxito. Pero de calidad literaria andaba muy justo. Me animé con Pídeme lo que quieras porque me lo habían recomendado mucho, pero además de tener la sensación de estar leyendo la misma historia otra vez, ni siquiera estaba bien escrito. Y aunque las editoriales parezcan empecinadas en demostrarme lo contrario, todavía creo que se puede escribir erótica y romántica bien, con coherencia y sin caer en la fórmula de hombre-de-negocios-irresistible-y-altamente-ahostiable+jovencita-obnubilada-e-incapaz-de pensar-por-sí-misma.

¿Cuáles han sido vuestros mejores y peores libros de 2013? ¡Y feliz año! Que 2014 esté lleno de (buenas) lecturas y que dentro de un año podamos compartirlas.

La báscula #1: Aspirantes a escritor. Mundo Fanfiction

lunes, 9 de diciembre de 2013

Seguro que te ha pasado más de una vez. Ya sabes, empezar un libro y no poder parar de leer. En el metro, durante los descansos entre clase y clase e, incluso, (aunque solo apto para los más osados) caminando por la calle. Los personajes son perfectos, los diálogos fluidos y la trama novedosa. Pero cuando llegas a la última página, no das crédito a lo que leen tus ojos. ¿Qué ha podido pasar? El final es lo más infumable que has leído en mucho tiempo. Alguien incluso se diría a sí mismo “yo lo hubiera hecho mejor”.

Esa es la idea que se esconde tras el fenómeno fanfiction. Para los que no estén familiarizados con el concepto, fanfiction es, ni más ni menos, lo que indica el propio término: ficción de fans. Crear tu propia historia sobre la base de algo ya existente. Fans que toman su obra favorita, retorciendo los personajes, forzando el argumento hasta conseguir algo que en poco o mucho —eso ya depende de la creatividad de cada uno— se asemeja al original.

Libros, películas, series de televisión. Incluso los videojuegos son aptos. El único límite es la imaginación. Porque el objetivo del fanfiction (o fic, en su versión abreviada) es, como reza el eslogan del mayor portal web para la publicación de estos relatos, liberar la imaginación. Exactamente el mismo que persigue la literatura al uso, pero bajo una fórmula alternativa y en absoluto ortodoxa.

El perfil del autor de este tipo de historias no sigue un criterio común y varía en gran medida dependiendo del fandom (literalmente, reino de fans, o el concreto libro, película, etc. sobre el que estemos leyendo). Desde adolescentes que se dejan guiar por la novedad y publican sus historias como un simple medio de relación social más, hasta escritores aficionados (aunque sea injusto utilizar ese adjetivo) que llevan toda su vida creando historias y encuentran en el mundo fanfiction la oportunidad perfecta para dar a conocer sus ideas.

“Escribo prácticamente desde que aprendí a hacerlo”, asegura una estas autoras de fics. “Cuando era adolescente, no las escribía por pereza; fue con los fanfics con lo que decidí volver a plasmar mis locuras en papel”. Cristina publica sus historias bajo seudónimo desde hace dos años. Tiene muy claro que escribir no es simplemente un pasatiempo. Le encantaría poder dedicarse profesionalmente a ello, pero sabe que es un camino arduo. “Hoy en día cualquiera puede escribir un libro y hay tantos en el mercado que sobresalir entre ellos es complicado”.

A pesar de tratarse de una especie de literatura alternativa, el universo fanfiction tampoco escapa de las modas. Aunque sean las que sus propios autores y lectores dictan. Un ejemplo: entre la publicación de los libros quinto y séptimo de la saga Harry Potter, el número de páginas web, lectores y, sobre todo, autores dedicados a la publicación de relatos fan crecía cada día. Hoy, casi cuatro años después de la publicación de Las reliquias de la muerte, el libro que cierra la saga, el fandom dedicado al joven mago se encuentra en decadencia.

Sin embargo, a pesar del ir y venir de las modas, en el mundo fic hay cabida para todo. La escala de originalidad de estos relatos es infinita y puede variar desde simples modificaciones de la obra de referencia hasta la creación de un verdadero universo alternativo que tan solo guarda en común con el original el nombre y la descripción física de los personajes. De nuevo, el único límite es la imaginación y la creatividad del autor.

Pero también lo que el lector quiere encontrarse. La interrelación entre el escritor y su público, esa que es prácticamente inexistente en el mundo editorial actual, alcanza con el fanfiction su máximo apogeo. El autor de fics (o ficker, ya que estamos con la terminología técnica) está en constante contacto con sus lectores gracias a la opción que todas las webs habilitan para que cualquier usuario pueda dejar su comentario. Las historias se suelen subir a la red capítulo a capítulo según se van escribiendo, de modo que el lector tiene la posibilidad de publicar su opinión en cualquier momento y a lo largo de todo el desarrollo de la trama.

Estos relatos escritos por fans tampoco escapan de la crítica. La primera y más importante: el posible conflicto con los derechos de propiedad intelectual del creador de la obra original. No hay una solución unánime al problema. Algunos autores, como es el caso de J. K. Rowling, han declarado no tener inconveniente alguno con la publicación de estas historias. No obstante, es habitual que las páginas web que albergan este tipo de relatos incluyan en sus normas una lista con los escritores que no permiten la utilización de sus obras para la creación de fanfiction.

Pero quizás la crítica que más duele, y la menos merecida, es la de aquellos que menosprecian el género, tachándolo de marginal, propio de aficionados y carente de originalidad. “No somos profesionales”, asegura Cristina, “pero eso no evita que nuestro trabajo y dedicación sea el mismo, o quizás más, que el de muchos escritores de renombre”. Al fin y al cabo, se trata de escribir. Dejar volar la imaginación y compartir las ideas. ¿Qué importa lo demás?

Cómo iniciarse en el mundo fanfiction en cinco simples pasos:

Las páginas web. Fanfiction.net es el reino por excelencia de los fickers, pero el mundo no termina ahí. Webs que acogen todo tipo de historias, otras dedicadas a un fandom en particular, blogs, cuentas livejournal en las que se organizan retos entre escritores. Hay para todos los gustos.

La terminología fanfiction. Desde nuevas denominaciones para los géneros literarios (angst, cuando estamos hablando del drama de toda la vida), hasta llegar a todo un catálogo de términos propios sobre personajes o tipos de relatos; el mundo fic parece haber creado su propio diccionario para designar absolutamente todo a su manera. Ahí van unos ejemplos: one-shot es un relato de un solo capítulo y no más de mil palabras; OoC (out of character) son los personajes que el autor ha deformado tanto que ya no guardan ninguna similitud con el original; y disclaimer es la advertencia legal que se coloca al inicio de cada capítulo para indicar que los derechos de propiedad intelectual corresponden al autor de la obra original.

Los reviews. Es decir, los comentarios que dejan los lectores. El único índice de popularidad fiable. No están necesariamente relacionados con la calidad de la historia, pero sí con su número de lectores. Un fic con más de mil reviews es un todo un éxito. Si además los ha conseguido en menos de diez capítulos, se merece entrar directamente al salón de la fama.

Los autores. Un poco de todo y de todo un poco. Adolescentes enamoradas de vampiros vegetarianos que brillan a la luz del sol, adultos que aún esperan una carta de Hogwarts (aunque ya se les haya pasado el arroz) o empollones que pueden recitar de memoria los diálogos de El señor de los anillos (en élfico, por supuesto). La fauna típica y tópica del mundo fanfiction es muy abundante. Aunque también los hay (muchos) que escapan a las generalizaciones.

Los fandom. El hábitat natural del fanfiction son las novelas, pero la inspiración no se agota en las páginas de un libro. Hay lugar para lo clásico (películas, cómics y series de televisión), pero también para videojuegos, anime o musicales. Incluso se da cabida al crossover, o mezcla de varias obras de referencia en una misma historia.

Nuevos vecinos en la estantería #2

domingo, 10 de noviembre de 2013

Estos son los libros que han caído en mi estantería este mes. Algunos reciclados o rescatados de otras estanterías porque mis bolsillos tienen poco fondo. Bastantes clásicos, algo de periodismo y el único cómic al que sigo siendo fiel.




Ana Karenina, de Lev Tolstoi. El pobre está ajado, viejo y amarillento. Pero eso también es parte de su encanto. Lo rescaté de la estantería de casa de mis padres después de varios meses tras él (la típica historia del libro prestado que tarda siglos en volver). Pretendo empezar el año con él.

Mansfield Park, de Jane Austen. Lo cogí al azar en la librería sin saber que es el título de Austen que menos suele gustar. Llevo la mitad y es entretenido, aunque la protagonista necesita urgentemente un buen chute de sangre en vena.

A sangre fría, de Truman Capote. Era de los veteranos en mi lista de pendientes. Últimamente lo he escuchado mencionar varias veces en clase, así que me animé a llevármelo a casa. Creo que me pondré con él en cuanto termine con Mansfield Park, para que se note bien el cambio de registro.

La marca del meridiano, de Lorenzo Silva. Premio Planeta 2012 y novela policíaca de un autor del que hace tiempo que quiero leer algo.

Hay algo que no es como me dicen, de Juan José Millás. La crónica del caso Nevenka Fernández narrada por uno de los tipos que mejor escriben en este país. Millás documenta la historia de Nevenka, la joven concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Ponferrada (León) que en 2001 dimitió de su cargo y denunció al entonces alcalde de la ciudad, Ismael Álvarez, por acoso sexual.

Astérix y los Pictos, de Jean-Yves Ferri y Didier Conrad. Los últimos cómics de Astérix han rozado la categoría de vergüenza ajena. Por eso cuando leí que pensaban sacar uno nuevo, con dibujante y guionista diferentes, no supe qué pensar. En fin, era difícil degradar la historia más de lo que lo había hecho Uderzo. Pero cuando lo ví en la librería, tan nuevo, con ese resumen y esa portada que olían tanto a las historietas clásicas… piqué.

Reseña: The DUFF, de Kody Keplinger

domingo, 27 de octubre de 2013


Kody Keplinger. Plataforma Neo. 2010. 304 páginas

Bianca no se considera la más guapa del instituto, pero sí demasiado lista para dejarse engañar por el atractivo y mujeriego Wesley Rush. Por eso, cuando Wesley la llama Duff apodo que utiliza para referirse a la chica menos agraciada de un grupo de amigas, lo último que ella espera es acabar besándose con él. Pero ha pasado y, aunque lo odia con todas sus fuerzas, el beso le gusta. Y sin apenas saber cómo, empiezan una relación secreta de amigos (o enemigos) con derecho a roce. Poco a poco, Bianca descubrirá que tienen algo en común: ambos esconden un problema familiar. 

Hasta que Wesley Rush, el rompecorazones del instituto, no se lo dice, Bianca no sabe lo que es una Duff. Tampoco sabe que ella misma es el ejemplo perfecto de la Duff, esa chica fea y gorda que hay en todo grupo de amigas y que cumple una noble función: hacer que, a su lado, sus amigas parezcan más guapas. Y aunque esa palabra odiosa se mete en su cabeza sin intención de dejarla en paz, Bianca tiene más problemas de los que ocuparse. El primero, que ha besado a Wesley Rush, a pesar de que le odia. El segundo, que sin saber cómo, se han convertido en amigos con derecho a roce. Y el tercero, que su familia es cualquier cosa, excepto el ejemplo de una vida apacible y feliz.

The DUFF arranca muy bien, mucho mejor que la mayoría de novelas juveniles. Porque su protagonista es un personaje con carácter que parece tener las cosas muy claras. O, al menos, todo lo claras que puede tenerlas una adolescente que afronta cómo el matrimonio de sus padres se desmorona delante de sus ojos, en una casa donde ella parece ser la única capaz de ver el problema. Bianca, además de tener una mente inusualmente clara para su edad, es cínica, pero no de un modo exasperante, y sus comentarios y observaciones sarcásticas consiguen arrancar más de una carcajada. Además, es refrescante leer sobre una adolescente que no cae rendida a los pies del chico malo de rigor en cuanto él abre la boca. Y los temas, incluido el sexo, se abordan con una naturalidad que suele brillar por su ausencia en este tipo de libros.

Las cosas, como digo, arrancan muy bien. Bianca es la antiheroína perfecta, Wesley en cada página resulta más adorable y la autora consigue que su protagonista se enfrente a situaciones duras, como el divorcio o el alcoholismo, de forma madura, pero al mismo tiempo acorde a su edad. Hasta que llega el punto álgido de la trama, ese momento en el que las cosas dan el giro que todos esperábamos y, a partir de ahí, The DUFF cae en picado. 

El argumento pierde fuelle y se enreda en un triángulo amoroso totalmente prescindible y cliché, que además la autora resuelve de la peor forma posible: sin daños colaterales para ninguno de los implicados. Si hay algo que me repatea en los libros, es ese momento en el que los personajes tienen que tomar una decisión y, en lugar de verse obligados que dejar cosas atrás, como ocurre en la vida real, el autor les da todo lo que piden. Me ocurrió con Crepúsculo, cuando Bella se decide por Edward y, en lugar de perder a Jacob, milagrosamente Jake se imprima de Renesmée para que Bella pueda tenerle a su lado. En The DUFF, salvando las (grandes) distancias, ocurre algo similar.

Lo peor de todo es ver cómo Bianca pierde su esencia. En la segunda mitad del libro, la protagonista se convierte en ese personaje que me alegré de no encontrarme al principio: una adolescente preocupada únicamente por los líos con chicos, conformista e incapaz de afrontar los problemas y de ser sincera consigo misma. Y el conflicto familiar que tan bien se había planteado al principio, de repente se resuelve como por arte de magia para que Bianca pueda preocuparse solo por su triángulo amoroso. También eché en falta un poco más de profundidad en el personaje de Wesley, que al final queda algo desdibujado, y en las amigas de Bianca. Casey tiene fuerza y es divertida, pero Jessica parece que está porque tocaba escribir sobre un trío de amigas, apenas aporta nada a la historia y aparece bastante estereotipada. 

Aún así, The DUFF es un libro de lectura fácil y rápida, que engancha desde la primera página por el estilo fresco y directo al contar las cosas, porque aborda todo tipo de temas conflictivos con mucha naturalidad y porque Bianca se desmarca del prototipo de adolescente lánguida, enamoradiza y sin personalidad que tanto abunda en los libros juveniles. Una pena que la autora no consiguiera mantener el listón hasta el final.

  • Lo mejor: la frescura de la narración y de su protagonista, y lo bien que se plantean y se abordan temas conflictivos como el embarazo adolescente o el alcoholismo.
  • Lo peor: que la trama pierda el rumbo en los últimos capítulos, que algunos problemas se resuelvan de forma rápida y poco realista, y que al final Bianca caiga en algunos clichés.


Reseña: Por los pelos, de Marian Keyes

viernes, 18 de octubre de 2013


Marian Keyes. Random House Mondadori. 1999. 588 páginas

Tara: treinteañera con problemas de autoestima y un novio que se dedica a criticarla. Katherine: treinteañera incapaz de aventurarse a tener cualquier clase de relación con un hombre. Fintan: treinteañero gay con pareja que trata de ayudar a sus amigas para que sean felices. Preocupaciones comunes: una pareja estable, el sexo, el peso y el empleo. Aficiones comunes: emborracharse juntos y contarse sus más íntimos secretos. La última oportunidad: llegará a través de los deseos de un moribundo.

Con Marian Keyes, la única duda que tengo siempre es cuánto esperar entre libro y libro. Y cuál leer a continuación. Nunca me falla, y además de tener la habilidad de hacerte pasar de la carcajada a la lágrima en la misma página, es capaz de construir tramas y personajes muy reales y de tratar los temas más serios desde la perspectiva del humor, pero sin parecer que se ríe de los problemas.

Por los pelos cuenta la historia de tres amigos que están a punto de condenarse a una vida infeliz si no lo remedian antes. Los tres se conocieron en la infancia, en su Irlanda natal, y los tres aterrizaron juntos en Londres cuando apenas tenían veinte años. Ahora, recién estrenada la treintena, cada uno ha acumulado sus propios traumas: Tara, que cree estar gorda y tiene un novio machacón que la obliga a hacer dieta "por su bien" y al que se ve incapaz de dejar; Katherine, una reina de hielo incapaz de establecer una relación con un hombre; y Fintan, cuya repentina enfermedad trastocará el mundo de los tres y les enseñará que la vida da segundas oportunidades, pero sólo a los valientes dispuestos a aprovecharlas.

El encanto del libro es culpa de sus tres protagonistas, que se hacen de querer y tienen todos ellos rasgos que te recuerdan a alguien que conoces en la vida real. Fintan es el nexo de unión entre Tara y Katherine, que no pueden ser más distintas entre sí. Tara está obsesionada con la comida, salta de relación en relación porque es incapaz de estar sola y todos los días se propone sin éxito ponerse a dieta e ir al gimnasio. Y Katherine es una mujer ordenada, modélica, con la vida totalmente estructurada y alérgica a los hombres, hasta que encuentra a la horma de su zapato en el trabajo. 

La redacción, como en cualquier libro de Marian Keyes, es fresca y muy ágil, los diálogos son ocurrentes y divertidos aunque sin perder realismo, la trama tiene algún que otro giro que se ve venir, pero que también se agradece porque le da algo más de vida al argumento, y a los tres protagonistas les acompañan varios personajes secundarios que enriquecen la historia. 

Es un libro que se lee de una sentada, perfecto para pasar un buen rato con una lectura agradable, pero también para reflexionar sobre el amor, sobre la enfermedad, sobre la amistad y sobre cómo la vida nos lleva por caminos que nunca habríamos previsto, pero que uno siempre está a tiempo de corregir. No es un libro chick-lit al uso, en el que las protagonistas llevan vidas envidiables y sus mayores preocupaciones son los hombres y la falta de saldo en sus múltiples tarjetas para comprarse el enésimo par de zapatos que, en realidad, no necesitan. Aquí, los personajes son imperfectos, se enfrentan a la enfermedad y a sus propios errores y al final, uno se implica tanto con ellos, que lo único que desea es que les vaya bien en la vida.

  • Lo mejor: el humor, las ocurrencias de Tara, lo bien que acompañan los personajes secundarios a los protagonistas y lo mucho que uno se implica con la historia.
  • Lo peor: el comienzo es algo lento y el novio de Tara es absolutamente detestable, tanto que es el único personaje que no me parece tan real.


Top Ten Tuesday #1: Diez libros que me obligaron a leer

martes, 15 de octubre de 2013


Top Ten Tuesday es una idea del blog The Broke and the Bookish que consiste en elaborar cada semana una lista de diez libros con el tema propuesto.


Como fanática de las listas, me tenía que apuntar a esta idea de crear un top ten semanal de libros. El reto de hoy es rescatar diez títulos que haya tenido que leer obligada, ya sea para aprobar una asignatura, por recomendaciones especialmente insistentes... Odio las lecturas obligadas, pero algunas han merecido la pena.

1. Pídeme lo que quieras, de Megan Maxwell. El primero que se me vino a la mente al ver el tema propuesto. Lo leí en enero porque todo el mundo hablaba de él y en las librerías me acosaba siempre a la entrada. Me esperaba algo muy bueno... y me encontré con algo muy malo. Odio dejar libros por los suelos porque sé lo mucho que cuesta escribir y dar vida a una idea, pero por mucho que lo intento, no consigo rescatar nada bueno de Pídeme lo que quieras.

2. Los juegos del hambre, de Suzanne Collins. Lo leí obligada por la primera película y por mi obsesión por leer los libros antes de ver la adaptación a la gran pantalla. Los dos siguientes también los leí obligada... por lo mucho que me enganchó el primero.

3. Los cínicos no sirven para este oficio, de Ryszard Kapuscinski. Imposible terminar Periodismo sin haberlo leído. Obligada porque aparece en todas las listas de lecturas recomendadas de cualquier asignatura, después de leerlo descubrí porqué los profesores insistían tanto.

4. Crepúsculo, de Stephenie Meyer. Creo que cuando lo leí estaba en segundo de carrera. Ya estaba un poco crecidita para la obsesión adolescente, pero mis compañeras no paraban de hablar (y suspirar) de un tal Edward Cullen así que, con tanta insistencia, piqué. El resto es historia.

5. Harry Potter y el cáliz de fuego, de J. K. Rowling. Me "obligó" a leerlo mi padre, que una tarde apareció en casa con él cuando tenía once años. Harto de que me devorara los libros infantiles en media tarde, compró el libro más gordo que encontró en la librería. Este por lo menos me duró una semana, aunque hubiera sido un detalle que alguno de los dos se hubiera dado cuenta de que era el cuarto libro de una saga; habría sido bonito empezar a leerlos por el principio. El resto también es historia, la de una friki total de Harry Potter.

6. Las ilusiones perdidas, de Honoré Balzac. Otra de las lecturas obligatorias en la universidad, para la asignatura de Historia del Periodismo. Me costó navegar por sus páginas, a menudo plagadas de las descripciones exhaustivas que demanda el realismo, y aunque seguramente no lo hubiera elegido de forma voluntaria, me dejó un buen sabor de boca (y además me ayudó a aprobar la asignatura). 

7. Club de lucha, de Chuck Palahniuk. Con El club de la lucha rompí mi regla de oro y vi la película antes de leer el libro. En mi defensa diré que ni siquiera sabía que había libro. De hecho, tampoco sabía la existencia de la película hasta que topé con ella de forma fortuita. Y por de forma fortuita en realidad quiero decir que la vi después de descargarme todas las películas en las que aparecía Brad Pitt. Desde entonces es mi película favorita y me encanta que no pegue nada con lo que se supone son mis gustos. Años después me enteré de que en realidad se trataba de la adaptación de un libro, que leí obligada por lo mucho que me había gustado la película. Así es como descubrí a Palahniuk, un tipo que escribe de maravilla y al que estoy segura de que le falta algún tornillo.

8. El pianista, de Wladyslaw Szpilman. Lo elegí entre una lista de lecturas recomendadas en 2º de Bachillerato, para la asignatura de Historia. Antes había visto la película, también en clase, y como de costumbre, eso me arruinó la lectura.

9. La Celestina, de Fernando de Rojas. O el Lazarillo de Tormes, o El conde Lucanor, o esos capítulos sueltos de El Quijote que hay que leer sí o sí en secundaria. Pocas cosas hay en este mundo que odie más que tener que leer algo por imposición, pero las lecturas obligatorias del instituto son una tortura. ¿Cómo vas a engancharte a algo que se supone que es un disfrute, si estás obligado a hacerlo? Resultado: no aprendí nada y, lo peor de todo, tampoco me quedaron ganas de releer y disfrutar esos libros en condiciones.

10. La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker. Lo leí (y reseñé) prácticamente obligada por una campaña tremenda de marketing de la que ha sido imposible escapar este verano pero que, al menos, le hacía justicia al producto.

¿Y vosotros? ¿Recordáis libros que os hayan obligado a leer? ¿Lo odiáis o pensáis que es una oportunidad para descubrir nuevas lecturas?

Reseña: La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker

lunes, 14 de octubre de 2013

Joël Dicker. Alfaguara. 2012. 660 páginas

Una gran novela policiaca y romántica a tres tiempos acerca del asesinato de una joven de quince años en la pequeña ciudad de Aurora, en New Hampshire. En 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, visita a su mentor —Harry Quebert, autor de una aclamada novela—, y descubre que éste tuvo una relación secreta con Nola Kellergan. Poco después, Harry es arrestado, acusado de asesinato, al encontrarse en cadáver de Nola enterrado en su jardín. Marcus empieza a investigar y a escribir un libro sobre ello. Mientras intenta demostrar la inocencia de Harry, una trama de secretos sale a la luz.

“El primer capítulo, Marcus, es esencial. Si a los lectores no les gusta, no leerán el resto del libro”. Es un consejo. El primero de una larga lista de lecciones sobre la difícil tarea de escribir, pero también sobre la vida, que el afamado escritor Harry Quebert quiere inculcar a su discípulo, Marcus Goldman, a lo largo de las más de 600 páginas de La verdad sobre el caso Harry Quebert. Y a juzgar por cómo arranca el libro —con la llamada de una mujer a la policía de Aurora, un pequeño pueblo norteamericano, alertando sobre la posible muerte de una joven a manos de un hombre— parece como si Joël Dicker, el autor, se hubiera marcado como objetivo seguir al pie de la letra los consejos que da su propio personaje. 

Como indica el resumen del libro, el argumento se desarrolla en tres tiempos: durante el verano de 1975, en el que Harry Quebert se refugia en Aurora para escribir una obra maestra y se enamora de la adolescente Nola Kellergan, mucho más joven que él y que poco después desaparecerá sin dejar rastro; en 1998, cuando Marcus Goldman, un brillante y joven aspirante a escritor, conoce a Harry Quebert en la universidad; y en 2008, cuando el cadáver de la pequeña Nola aparece enterrado en el jardín de la casa que Harry Quebert tiene en Aurora. 

Cada capítulo arranca con uno de los consejos de Harry Quebert sobre cómo escribir un libro. Y cada capítulo es, también, una sucesión de personajes, conversaciones, revelaciones y giros inesperados, todos con un marco común: el misterio sobre la muerte de Nola Kellergan y el pueblecito de Aurora, un lugar aparentemente apacible donde, sin embargo, al escarbar un poco sobre la superficie, uno descubre que cada vecino esconde su propio secreto que quiere ocultar a toda costa porque le convierte en sospechoso de la muerte de la pequeña Nola. 


Después de un año de parón creativo e incapaz de escribir nada tras el éxito de su primera novela, Marcus Goldman, el discípulo de Harry Quebert, se traslada desde Nueva York hasta Aurora para investigar el crimen y demostrar la inocencia de su maestro, con la ayuda de un policía gruñón con el que hace una pareja estupenda. Es allí donde, empujado por su editor, que le exige una nueva novela, decide que la verdad sobre el caso Harry Quebert merece ser escrita y publicada. 


La trama está elaborada de forma muy inteligente y logra mantener el misterio desde la primera hasta la última página. Cuando crees que las piezas comienzan a encajar, el autor se marca un giro inesperado y tienes que volver a comenzar con el puzle. Los diálogos son ágiles e inteligentes y los personajes están bien construidos, con la excepción de la madre del protagonista, con la que creo que el autor quería incorporar una nota cómica a la historia, pero que resulta ser una madre cargante y absurda sin ninguna pizca de gracia. A pesar de que el ritmo de la narración avanza de forma muy rápida, el autor también encuentra hueco para dar profundidad a su protagonista, gracias sobre todo a los flashbacks, que muestran a un Marcus Goldman universitario consciente de que es un tipo brillante, pero que prefiere competir contra mediocres porque así se asegura la victoria. 

A La verdad sobre el caso Harry Quebert se le han encontrado parecidos y semejanzas con Nabokov y su Lolita, con Larsson y su trilogía Millennium e incluso con Philip Roth y su Pastoral americana. Se ha traducido a más de treinta idiomas y estoy segura de que este verano ha sido el título más visto en playas y piscinas. Para mí, fue uno de esos libros que no sabes de dónde salen pero que, de repente, están por todas partes. Creo que la primera vez que lo vi fue en el trabajo, un compañero debía de estar leyéndolo y lo dejó sobre la mesa. Me llamó la atención por el cuadro de Edward Hopper que ilustra su portada y que, perdón por el mal juego de palabras, le va que ni pintado. Luego volví a verlo en la librería, esta vez anunciado a bombo y platillo a la entrada. No había duda de que se trataba del aspirante a best-seller del verano. Lo compré sin ni siquiera leer la contraportada y no fue en absoluto una mala decisión.

Lo mejor: lo bien construida que está la trama, lo inesperado del final (al menos para mí), lo que engancha desde la primera página y lo bien conseguida que está la atmósfera del libro, en ese típico pequeño pueblo americano donde todos los vecinos tienen algo que esconder. 
Lo peor: Lo corto que se me hizo, a pesar de ser un tocho considerable, el personaje de la madre del protagonista y que éste a veces pareciera un investigador más experimentado que la propia policía. 


Nuevos vecinos en la estantería #1

viernes, 11 de octubre de 2013

Soy defensora del papel y enemiga declarada del libro electrónico. Cada Navidad y cumpleaños tengo que recordar que no quiero que me regalen uno... porque sé que acabaría utilizándolo. Y me odiaría a mí misma por ello. No hay nada más bonito que leer un libro en papel y, al terminar, colocarlo en la estantería. Como el presupuesto de una becaria-precaria no da para mucho, me tengo que conformar con las ediciones de bolsillo. De momento, estos son mis nuevos vecinos en la estantería.


Por los pelos, de Marian Keyes. Soy fan incondicional de Marian y siempre digo que de mayor quiero escribir tan bien como ella. Hay veces que simplemente me apetece leer uno de sus libros. Voy poco a poco, porque aunque su catálogo es extenso, también es de ese tipo de libros que si lees varios, uno detrás de otro, pueden cansar. Marian es chick-lit, pero del que está tan bien escrito que es injusto encasillarlo (y menospreciarlo) con etiquetas.

Los guardianes de la libertad, de Noam Chomsky y Edward S. Herman. Es de esos libros que aparecen en todas las listas de lecturas recomendadas en cualquier asignatura de Periodismo. Me animé con él con excusa, porque tenía que leerlo para examinarme de una asignatura. Habla de la manipulación en la prensa y de cómo los medios son un instrumento en manos del establishment, así que es una de esas lecturas sesudas que hay que tomarse con calma.

El Imperio, de Ryszard Kapuściński. Si Chomsky es lectura obligatoria en Periodismo, Kapuściński y su Los cínicos no sirven para este oficio es casi una asignatura más en la carrera. De El Imperio apenas llevo cien páginas y ya me tiene encantada. Y muerta de envidia por lo bien que escribe y por esa facilidad que tiene para mezclar la reflexión, las lecciones de historia y la crónica de sus viajes por la Unión Soviética.

Las uvas de la ira, de John Steinbeck. No me puedo resistir a un buen clásico a menos de 10 euros. Me da miedo y respeto empezar con él, pero ya lleva más de un mes en la estantería, así que creo que va siendo hora de ser valiente y abrirlo de una vez. En cuanto termine con El Imperio.

Reseña: Beautiful Bastard. Un tipo odioso, de Christina Hobbs y Lauren Billings

viernes, 27 de septiembre de 2013


Christina Hobbs y Lauren Billings. Random House Mondadori. 2013. 272 páginas

Inteligente, trabajadora y decidida a terminar su máster con la nota más alta, Chloe Mills solo tiene un problema: su jefe, Bennett Ryan. Es exigente, riguroso, brusco, desconsiderado, arrogante… y absolutamente irresistible. Tras pasar seis años trabajando en París, Bennett ha vuelto a Chicago para liderar la empresa familiar. Nunca pensó que la asistente que le había asignado su padre fuera la despampanante, inocente, provocadora y completamente exasperante criatura a la que ahora tiene que ver cada día. 

A pesar de que Beautiful Bastard. Un tipo odioso se publicó en castellano este verano, esta historia y yo nos conocemos ya desde hace unos cuantos años porque lleva bastante tiempo pululando por Internet. La idea que ofrecen sus autoras es simple: Beautiful Bastard narra una de esas típicas relaciones amor/odio entre un jefe arrogante y su asistente respondona, en este caso cocinada a fuego más bien rápido (en apenas 260 páginas) y aliñada con mucho sexo. 

El libro es lo que es. De ese tipo de lecturas que uno tiene que leer consciente de lo que ofrece, sin buscar más. La relación entre los dos protagonistas, Bennett y Chloe, se desarrolla muy deprisa (tampoco hay espacio para mucho más), casi a trompicones y sin profundizar demasiado en los personajes. Pero el ritmo es ágil, Bennett y Chloe tienen mucha química y si la redacción no es especialmente memorable, los diálogos son delirantes, muy bien construidos y se aseguran una carcajada tras otra.

Bennett y Chloe rozan la categoría de personajes estereotipados. Él es un triunfador, un arrogante acostumbrado a conseguirlo todo, excepto a la asistente que su padre le ha asignado en la oficina. Ella es una becaria dispuesta a comerse el mundo… y también a su exasperante jefe. El argumento del jefe y su ayudante que se odian al tiempo se arrancan la ropa en la oficina es un gran cliché, pero la historia está escrita con tanto humor, del bueno, que merece la pena darle una oportunidad. Eso, y que a mí siempre me han gustado los clichés si están escritos con gracia.

El punto más flojo de Beautiful Bastard es que la historia entre Bennett y Chloe aparece de alguna forma desconectada de su contexto. Los personajes secundarios apenas aparecen y cuando lo hacen, no añaden riqueza a la narración, sino que sirven únicamente para ir guiando el hilo de la historia. Durante gran parte del libro, apenas sabemos nada de los protagonistas, aparte de que se pasan el día o bien intercambiando fluidos, o bien con ganas de intercambiar fluidos. Es como si las autoras hubieran invertido todo su esfuerzo en construir la relación entre Bennett y Chloe, en idear sus rifirrafes y sus encuentros, pero no hubieran sido capaces de crear un mundo coherente y reconocible en el que esa relación debiera desenvolverse. Hay pinceladas aquí y allá, pero siempre en segundo plano y sin llegar a formar un todo capaz de aportar personalidad a la historia.

Solo es a medida que va avanzando la narración cuando las autoras conectan la relación de los personajes con el mundo en el que viven, y por fin empezamos a ver que Bennett y Chloe tienen responsabilidades, sueños y aspiraciones que se pueden ver truncados por las consecuencias de su relación.

Como curiosidad, esta historia tuvo una primera vida como fanfiction de Crepúsculo. Entonces se llamaba The Office, Bennett era Edward; Chloe, Bella; y a mí me faltaba tiempo para sentarme delante del ordenador cada vez que sus autoras subían un capítulo nuevo. Le tengo mucho cariño porque por aquella época seguía un porrón de fics y este era de mis favoritos. En el libro han cambiado toda la parte del final, así que para quienes leímos su versión como fanfiction, la historia es, en parte, nueva. Y un punto positivo más, las autoras nunca han renegado del pasado de la historia como fic; de hecho, el dato aparece en la propia contraportada del libro.

Lo mejor: los diálogos, la química y la tensión entre Bennett y Chloe, la imaginación de las autoras para que las escenas eróticas no resulten repetitivas.
Lo peor: la poca profundidad de los personajes y de la historia, que en la traducción al castellano el Beautiful Bastard lleve el apellido de "un tipo odioso".


Reseña: Cazadores de Sombras. Ciudad de Cristal, de Cassandra Clare

martes, 24 de septiembre de 2013


Cassandra Clare. Destino. 2009. 544 páginas

Arriesgando su vida, Clary no duda en entrar en la Ciudad de Cristal sin permiso. Además, ha conocido a un misterioso y encantador cazador de sombras llamado Sebastian y está decidida a descubrir los secretos de su pasado familiar. Pero otras urgencias apremian: lidiar con la insolencia de Jace; reencontrarse con Simon; y, sobre todo, conseguir que licántropos, vampiros y cazadores de sombras dejen a un lado sus diferencias y aúnen fuerzas para vencer a Valentine. ¿Lo conseguirá?

Ciudad de Cristal es la tercera parte de la saga Cazadores de Sombras. Narra la historia de Clary, una adolescente neoyorquina normal y corriente, que de repente descubre que forma parte de un mundo sobrenatural en el que existen ángeles y demonios, pero también hombres lobo, vampiros, hadas y un hombre, mitad ángel, mitad humano, dispuesto a sembrar el pánico en el mundo. Con la adaptación del primer libro todavía en los cines, esta tercera entrega cierra lo que en principio era la historia original, que luego la autora ha estirado con tres libros más y varias precuelas y secuelas ya publicadas o todavía en mente.

Es injusto comparar esta saga con otras series de libros juveniles, pero como no puedo evitarlo, ahí va la que creo es la receta de Cazadores de Sombras: jóvenes intrépidos dispuestos a saltarse las normas y un malo empeñado en hacer limpieza étnica al más puro estilo Harry Potter (aunque Valentine no se acerca ni de lejos a la maldad de Voldemort); aventura, peleas y acción del tipo Los Juegos del Hambre; y una dosis abundante de amor sobrenatural y torturado que sigue la estela de Crepúsculo

De los tres libros que llevo leídos de la saga, Ciudad de Cristal ha sido el más coherente de todos. También el que más he disfrutado, por dos motivos: porque tiene un ritmo mucho más dinámico y, al contrario que los dos anteriores, que sólo guardaban la traca final de los últimos capítulos, este va dejando sorpresas y giros de infarto desde la mitad del libro; y porque por fin comprendemos toda la historia familiar que hay detrás de los dos protagonistas, Clary y Jace. No deja cabos sueltos y todos los enigmas que la autora había ido planteando por el camino, quedan resueltos. Además, es el libro que me ha reconciliado con el personaje de Simon, hasta entonces eterno mejor amigo y pagafantas enamorado de Clary, que en Ciudad de Cristal cobra al fin personalidad propia.

Aún así, este tercer libro cae en los mismos errores que Ciudad de Cenizas y Ciudad de Hueso. Primero, una escritura que, sin ser mala, tampoco puede calificarse de buena, sin que por buena haya que entender brillante. Segundo, la autora continúa rellenando páginas con conversaciones que pecan de antinaturales y fuera de lugar, construidas sobre chistes con poca gracia que no aportan sustancia al relato y parecen más bien sacadas de una película americana que de lo que podría haber sido un diálogo real. 

Y tercero, aunque esto es más personal, no consigo conectar del todo con el personaje de Clary. No veo gran evolución y hay momentos en los que se inclina peligrosamente hacia el territorio de las Mary Sue, aunque se agradece que sea una protagonista con iniciativa y que en este tercer libro haya tomado las riendas de la situación, en lugar de dejar que sean otros los que resuelvan la papeleta. Todo lo contrario me ha ocurrido con Jace, que en este libro gana por goleada y aparece retratado de forma muy humana, algo que la autora no había conseguido en los dos anteriores. O, más bien, que supongo se había guardado para el final para que pudiéramos comprobar la evolución del personaje.

Otro pequeño detalle que ha deslucido la lectura es el hecho de que algunas sorpresas (al menos las más gordas) se veían venir. No quiero revelar spoilers, pero la autora había dejado demasiadas pistas por el camino antes de resolver el enigma del pasado familiar de Jace. En cualquier caso, es un punto positivo comprobar que la trama estaba pensada desde un principio, y no improvisada en un final incoherente.

Lo mejor: Jace, las piezas del puzle que por fin encajan y el ritmo trepidante.
Lo peor: las sorpresas se ven venir desde lejos, la escritura y la edición (encontrar varias erratas en un libro que cuesta 17 euros no es de recibo) podrían ser mejores.