Reseña: La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker

lunes, 14 de octubre de 2013

Joël Dicker. Alfaguara. 2012. 660 páginas

Una gran novela policiaca y romántica a tres tiempos acerca del asesinato de una joven de quince años en la pequeña ciudad de Aurora, en New Hampshire. En 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, visita a su mentor —Harry Quebert, autor de una aclamada novela—, y descubre que éste tuvo una relación secreta con Nola Kellergan. Poco después, Harry es arrestado, acusado de asesinato, al encontrarse en cadáver de Nola enterrado en su jardín. Marcus empieza a investigar y a escribir un libro sobre ello. Mientras intenta demostrar la inocencia de Harry, una trama de secretos sale a la luz.

“El primer capítulo, Marcus, es esencial. Si a los lectores no les gusta, no leerán el resto del libro”. Es un consejo. El primero de una larga lista de lecciones sobre la difícil tarea de escribir, pero también sobre la vida, que el afamado escritor Harry Quebert quiere inculcar a su discípulo, Marcus Goldman, a lo largo de las más de 600 páginas de La verdad sobre el caso Harry Quebert. Y a juzgar por cómo arranca el libro —con la llamada de una mujer a la policía de Aurora, un pequeño pueblo norteamericano, alertando sobre la posible muerte de una joven a manos de un hombre— parece como si Joël Dicker, el autor, se hubiera marcado como objetivo seguir al pie de la letra los consejos que da su propio personaje. 

Como indica el resumen del libro, el argumento se desarrolla en tres tiempos: durante el verano de 1975, en el que Harry Quebert se refugia en Aurora para escribir una obra maestra y se enamora de la adolescente Nola Kellergan, mucho más joven que él y que poco después desaparecerá sin dejar rastro; en 1998, cuando Marcus Goldman, un brillante y joven aspirante a escritor, conoce a Harry Quebert en la universidad; y en 2008, cuando el cadáver de la pequeña Nola aparece enterrado en el jardín de la casa que Harry Quebert tiene en Aurora. 

Cada capítulo arranca con uno de los consejos de Harry Quebert sobre cómo escribir un libro. Y cada capítulo es, también, una sucesión de personajes, conversaciones, revelaciones y giros inesperados, todos con un marco común: el misterio sobre la muerte de Nola Kellergan y el pueblecito de Aurora, un lugar aparentemente apacible donde, sin embargo, al escarbar un poco sobre la superficie, uno descubre que cada vecino esconde su propio secreto que quiere ocultar a toda costa porque le convierte en sospechoso de la muerte de la pequeña Nola. 


Después de un año de parón creativo e incapaz de escribir nada tras el éxito de su primera novela, Marcus Goldman, el discípulo de Harry Quebert, se traslada desde Nueva York hasta Aurora para investigar el crimen y demostrar la inocencia de su maestro, con la ayuda de un policía gruñón con el que hace una pareja estupenda. Es allí donde, empujado por su editor, que le exige una nueva novela, decide que la verdad sobre el caso Harry Quebert merece ser escrita y publicada. 


La trama está elaborada de forma muy inteligente y logra mantener el misterio desde la primera hasta la última página. Cuando crees que las piezas comienzan a encajar, el autor se marca un giro inesperado y tienes que volver a comenzar con el puzle. Los diálogos son ágiles e inteligentes y los personajes están bien construidos, con la excepción de la madre del protagonista, con la que creo que el autor quería incorporar una nota cómica a la historia, pero que resulta ser una madre cargante y absurda sin ninguna pizca de gracia. A pesar de que el ritmo de la narración avanza de forma muy rápida, el autor también encuentra hueco para dar profundidad a su protagonista, gracias sobre todo a los flashbacks, que muestran a un Marcus Goldman universitario consciente de que es un tipo brillante, pero que prefiere competir contra mediocres porque así se asegura la victoria. 

A La verdad sobre el caso Harry Quebert se le han encontrado parecidos y semejanzas con Nabokov y su Lolita, con Larsson y su trilogía Millennium e incluso con Philip Roth y su Pastoral americana. Se ha traducido a más de treinta idiomas y estoy segura de que este verano ha sido el título más visto en playas y piscinas. Para mí, fue uno de esos libros que no sabes de dónde salen pero que, de repente, están por todas partes. Creo que la primera vez que lo vi fue en el trabajo, un compañero debía de estar leyéndolo y lo dejó sobre la mesa. Me llamó la atención por el cuadro de Edward Hopper que ilustra su portada y que, perdón por el mal juego de palabras, le va que ni pintado. Luego volví a verlo en la librería, esta vez anunciado a bombo y platillo a la entrada. No había duda de que se trataba del aspirante a best-seller del verano. Lo compré sin ni siquiera leer la contraportada y no fue en absoluto una mala decisión.

Lo mejor: lo bien construida que está la trama, lo inesperado del final (al menos para mí), lo que engancha desde la primera página y lo bien conseguida que está la atmósfera del libro, en ese típico pequeño pueblo americano donde todos los vecinos tienen algo que esconder. 
Lo peor: Lo corto que se me hizo, a pesar de ser un tocho considerable, el personaje de la madre del protagonista y que éste a veces pareciera un investigador más experimentado que la propia policía. 


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