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Plaza & Janés 2011 1190 páginas
Reseña
Llevo unos cinco minutos delante de la pantalla pensando qué escribir en esta reseña que no sea un simple: leedlo. Así que como no sé por dónde empezar, vamos a lo básico: El temor de un hombre sabio es la segunda parte de la trilogía (inconclusa) Crónica del asesino de reyes. Es fantasía, novela de aventuras aderezada con buenas dosis de magia, en un mundo fantástico muy bien construido y con un personaje protagonista de diez. El temor de un hombre sabio es, sobre todo, una historia terriblemente bien contada. Y ese es el mejor piropo que le puedo echar a un libro.
Empecé a leer los tochos considerables que escribe Patrick Rothfuss (el primero tiene más de 800 páginas y este segundo casi 1200) por la morriña que me dejó Canción de hielo y fuego al terminar el quinto libro. Quería seguir explorando en el terreno de la fantasía, pero no tenía ni idea de por dónde hincarle el diente. Y ahí estaba la historia de Kvothe, a buen precio, en edición de bolsillo y con críticas que lo ponían por las nubes. Me lancé, me enganché y lo disfruté incluso más que Juego de tronos. Y eso que, a pesar de que comparten la etiqueta de fantasía con tintes medievales, no tienen nada que ver: a este le falta sangre y todas esas intrigas políticas con las que Martin teje sus libros.
Pero no importa en absoluto. El ritmo es ágil y las páginas van pasando sin que uno se dé apenas cuenta. Con una trama considerablemente más sencilla —sencilla si la comparamos con la enciclopedia que es Martin, claro, pero mucho más compleja que la media— consigue un tono épico muy logrado. Y el mérito se lo lleva su protagonista. Kvothe. Músico, huérfano, arcanista, caradura y leyenda por sus logros pero también por las historias que cuenta para agrandar su mito. Comienza su andadura en las calles de Tarbean, la capital del reino, con sus padres muertos y luchando por sobrevivir. Gracias a su inteligencia consigue acceder a la Universidad, el lugar donde se preparan los arcanistas, una rara avis a medio camino entre mago y científico. Y en este segundo capítulo de su historia, empieza a viajar, a ver mundo y a convertirse en el héroe del que todos hablarán después.
Kvothe está lejos de ser un personaje modélico. Al principio no es más que un adolescente prepotente, tan increíblemente inteligente como gilipollas. Rothfuss se encarga, sin embargo, de que la vida le dé unos cuantos golpes y lecciones. En el primer libro apenas hay evolución y a ratos me resultó fastidioso lo cargante y marisabidillo que era. Pero aquí Kvothe, fuera de los muros de la Universidad, enfrentado a situaciones y a personajes diferentes, comienza a madurar. Siempre sin perder ese toque caradura que le hace irresistible.
A esa maravilla de protagonista que carga con la historia sobre sus hombros le acompaña un mundo fantástico y un catálogo de personajes secundarios de esos de los que da pena desprenderse cuando terminas de leer. En la línea del poema épico, Kvothe centra siempre la acción y por eso en la primera parte, El nombre del viento, apenas atisbamos los confines de Temerant, el mundo en el que se desarrolla la historia. Ahora que el protagonista emprende camino hacia diferentes rincones, Rothfuss va desvelando poco a poco —siempre en pequeñas y frustrantes dosis—los engranajes políticos y sociales que hacen funcionar su fantasía.
La historia tiene otro misterio añadido, pues está contada en dos tiempos: el pasado, que el propio Kvothe narra en primera persona; y el presente, en el que el protagonista aparece derrotado, sin magia y sin fuerzas, aunque todavía no sabemos por qué. Rothfuss se ha sumado al carro de Martin de alargar el sufrimiento de sus lectores entre libro y libro, yo soy del club que odia empezar sagas sin terminar (y aquí estamos) y sé que si engancho a alguien a una trilogía inconclusa soy mala persona, pero... leedlo.
lo mejor
Kvothe, el tono épico, el gusto por contar bien una historia, sin recortar hasta desvirtuarla y sin cargarla de detalles innecesarios (por increíble que parezca al ver las casi 1200 páginas).
lo peor
Solo una cosa: que la saga no está terminada.