Reseña: The DUFF, de Kody Keplinger

domingo, 27 de octubre de 2013


Kody Keplinger. Plataforma Neo. 2010. 304 páginas

Bianca no se considera la más guapa del instituto, pero sí demasiado lista para dejarse engañar por el atractivo y mujeriego Wesley Rush. Por eso, cuando Wesley la llama Duff apodo que utiliza para referirse a la chica menos agraciada de un grupo de amigas, lo último que ella espera es acabar besándose con él. Pero ha pasado y, aunque lo odia con todas sus fuerzas, el beso le gusta. Y sin apenas saber cómo, empiezan una relación secreta de amigos (o enemigos) con derecho a roce. Poco a poco, Bianca descubrirá que tienen algo en común: ambos esconden un problema familiar. 

Hasta que Wesley Rush, el rompecorazones del instituto, no se lo dice, Bianca no sabe lo que es una Duff. Tampoco sabe que ella misma es el ejemplo perfecto de la Duff, esa chica fea y gorda que hay en todo grupo de amigas y que cumple una noble función: hacer que, a su lado, sus amigas parezcan más guapas. Y aunque esa palabra odiosa se mete en su cabeza sin intención de dejarla en paz, Bianca tiene más problemas de los que ocuparse. El primero, que ha besado a Wesley Rush, a pesar de que le odia. El segundo, que sin saber cómo, se han convertido en amigos con derecho a roce. Y el tercero, que su familia es cualquier cosa, excepto el ejemplo de una vida apacible y feliz.

The DUFF arranca muy bien, mucho mejor que la mayoría de novelas juveniles. Porque su protagonista es un personaje con carácter que parece tener las cosas muy claras. O, al menos, todo lo claras que puede tenerlas una adolescente que afronta cómo el matrimonio de sus padres se desmorona delante de sus ojos, en una casa donde ella parece ser la única capaz de ver el problema. Bianca, además de tener una mente inusualmente clara para su edad, es cínica, pero no de un modo exasperante, y sus comentarios y observaciones sarcásticas consiguen arrancar más de una carcajada. Además, es refrescante leer sobre una adolescente que no cae rendida a los pies del chico malo de rigor en cuanto él abre la boca. Y los temas, incluido el sexo, se abordan con una naturalidad que suele brillar por su ausencia en este tipo de libros.

Las cosas, como digo, arrancan muy bien. Bianca es la antiheroína perfecta, Wesley en cada página resulta más adorable y la autora consigue que su protagonista se enfrente a situaciones duras, como el divorcio o el alcoholismo, de forma madura, pero al mismo tiempo acorde a su edad. Hasta que llega el punto álgido de la trama, ese momento en el que las cosas dan el giro que todos esperábamos y, a partir de ahí, The DUFF cae en picado. 

El argumento pierde fuelle y se enreda en un triángulo amoroso totalmente prescindible y cliché, que además la autora resuelve de la peor forma posible: sin daños colaterales para ninguno de los implicados. Si hay algo que me repatea en los libros, es ese momento en el que los personajes tienen que tomar una decisión y, en lugar de verse obligados que dejar cosas atrás, como ocurre en la vida real, el autor les da todo lo que piden. Me ocurrió con Crepúsculo, cuando Bella se decide por Edward y, en lugar de perder a Jacob, milagrosamente Jake se imprima de Renesmée para que Bella pueda tenerle a su lado. En The DUFF, salvando las (grandes) distancias, ocurre algo similar.

Lo peor de todo es ver cómo Bianca pierde su esencia. En la segunda mitad del libro, la protagonista se convierte en ese personaje que me alegré de no encontrarme al principio: una adolescente preocupada únicamente por los líos con chicos, conformista e incapaz de afrontar los problemas y de ser sincera consigo misma. Y el conflicto familiar que tan bien se había planteado al principio, de repente se resuelve como por arte de magia para que Bianca pueda preocuparse solo por su triángulo amoroso. También eché en falta un poco más de profundidad en el personaje de Wesley, que al final queda algo desdibujado, y en las amigas de Bianca. Casey tiene fuerza y es divertida, pero Jessica parece que está porque tocaba escribir sobre un trío de amigas, apenas aporta nada a la historia y aparece bastante estereotipada. 

Aún así, The DUFF es un libro de lectura fácil y rápida, que engancha desde la primera página por el estilo fresco y directo al contar las cosas, porque aborda todo tipo de temas conflictivos con mucha naturalidad y porque Bianca se desmarca del prototipo de adolescente lánguida, enamoradiza y sin personalidad que tanto abunda en los libros juveniles. Una pena que la autora no consiguiera mantener el listón hasta el final.

  • Lo mejor: la frescura de la narración y de su protagonista, y lo bien que se plantean y se abordan temas conflictivos como el embarazo adolescente o el alcoholismo.
  • Lo peor: que la trama pierda el rumbo en los últimos capítulos, que algunos problemas se resuelvan de forma rápida y poco realista, y que al final Bianca caiga en algunos clichés.


Reseña: Por los pelos, de Marian Keyes

viernes, 18 de octubre de 2013


Marian Keyes. Random House Mondadori. 1999. 588 páginas

Tara: treinteañera con problemas de autoestima y un novio que se dedica a criticarla. Katherine: treinteañera incapaz de aventurarse a tener cualquier clase de relación con un hombre. Fintan: treinteañero gay con pareja que trata de ayudar a sus amigas para que sean felices. Preocupaciones comunes: una pareja estable, el sexo, el peso y el empleo. Aficiones comunes: emborracharse juntos y contarse sus más íntimos secretos. La última oportunidad: llegará a través de los deseos de un moribundo.

Con Marian Keyes, la única duda que tengo siempre es cuánto esperar entre libro y libro. Y cuál leer a continuación. Nunca me falla, y además de tener la habilidad de hacerte pasar de la carcajada a la lágrima en la misma página, es capaz de construir tramas y personajes muy reales y de tratar los temas más serios desde la perspectiva del humor, pero sin parecer que se ríe de los problemas.

Por los pelos cuenta la historia de tres amigos que están a punto de condenarse a una vida infeliz si no lo remedian antes. Los tres se conocieron en la infancia, en su Irlanda natal, y los tres aterrizaron juntos en Londres cuando apenas tenían veinte años. Ahora, recién estrenada la treintena, cada uno ha acumulado sus propios traumas: Tara, que cree estar gorda y tiene un novio machacón que la obliga a hacer dieta "por su bien" y al que se ve incapaz de dejar; Katherine, una reina de hielo incapaz de establecer una relación con un hombre; y Fintan, cuya repentina enfermedad trastocará el mundo de los tres y les enseñará que la vida da segundas oportunidades, pero sólo a los valientes dispuestos a aprovecharlas.

El encanto del libro es culpa de sus tres protagonistas, que se hacen de querer y tienen todos ellos rasgos que te recuerdan a alguien que conoces en la vida real. Fintan es el nexo de unión entre Tara y Katherine, que no pueden ser más distintas entre sí. Tara está obsesionada con la comida, salta de relación en relación porque es incapaz de estar sola y todos los días se propone sin éxito ponerse a dieta e ir al gimnasio. Y Katherine es una mujer ordenada, modélica, con la vida totalmente estructurada y alérgica a los hombres, hasta que encuentra a la horma de su zapato en el trabajo. 

La redacción, como en cualquier libro de Marian Keyes, es fresca y muy ágil, los diálogos son ocurrentes y divertidos aunque sin perder realismo, la trama tiene algún que otro giro que se ve venir, pero que también se agradece porque le da algo más de vida al argumento, y a los tres protagonistas les acompañan varios personajes secundarios que enriquecen la historia. 

Es un libro que se lee de una sentada, perfecto para pasar un buen rato con una lectura agradable, pero también para reflexionar sobre el amor, sobre la enfermedad, sobre la amistad y sobre cómo la vida nos lleva por caminos que nunca habríamos previsto, pero que uno siempre está a tiempo de corregir. No es un libro chick-lit al uso, en el que las protagonistas llevan vidas envidiables y sus mayores preocupaciones son los hombres y la falta de saldo en sus múltiples tarjetas para comprarse el enésimo par de zapatos que, en realidad, no necesitan. Aquí, los personajes son imperfectos, se enfrentan a la enfermedad y a sus propios errores y al final, uno se implica tanto con ellos, que lo único que desea es que les vaya bien en la vida.

  • Lo mejor: el humor, las ocurrencias de Tara, lo bien que acompañan los personajes secundarios a los protagonistas y lo mucho que uno se implica con la historia.
  • Lo peor: el comienzo es algo lento y el novio de Tara es absolutamente detestable, tanto que es el único personaje que no me parece tan real.


Top Ten Tuesday #1: Diez libros que me obligaron a leer

martes, 15 de octubre de 2013


Top Ten Tuesday es una idea del blog The Broke and the Bookish que consiste en elaborar cada semana una lista de diez libros con el tema propuesto.


Como fanática de las listas, me tenía que apuntar a esta idea de crear un top ten semanal de libros. El reto de hoy es rescatar diez títulos que haya tenido que leer obligada, ya sea para aprobar una asignatura, por recomendaciones especialmente insistentes... Odio las lecturas obligadas, pero algunas han merecido la pena.

1. Pídeme lo que quieras, de Megan Maxwell. El primero que se me vino a la mente al ver el tema propuesto. Lo leí en enero porque todo el mundo hablaba de él y en las librerías me acosaba siempre a la entrada. Me esperaba algo muy bueno... y me encontré con algo muy malo. Odio dejar libros por los suelos porque sé lo mucho que cuesta escribir y dar vida a una idea, pero por mucho que lo intento, no consigo rescatar nada bueno de Pídeme lo que quieras.

2. Los juegos del hambre, de Suzanne Collins. Lo leí obligada por la primera película y por mi obsesión por leer los libros antes de ver la adaptación a la gran pantalla. Los dos siguientes también los leí obligada... por lo mucho que me enganchó el primero.

3. Los cínicos no sirven para este oficio, de Ryszard Kapuscinski. Imposible terminar Periodismo sin haberlo leído. Obligada porque aparece en todas las listas de lecturas recomendadas de cualquier asignatura, después de leerlo descubrí porqué los profesores insistían tanto.

4. Crepúsculo, de Stephenie Meyer. Creo que cuando lo leí estaba en segundo de carrera. Ya estaba un poco crecidita para la obsesión adolescente, pero mis compañeras no paraban de hablar (y suspirar) de un tal Edward Cullen así que, con tanta insistencia, piqué. El resto es historia.

5. Harry Potter y el cáliz de fuego, de J. K. Rowling. Me "obligó" a leerlo mi padre, que una tarde apareció en casa con él cuando tenía once años. Harto de que me devorara los libros infantiles en media tarde, compró el libro más gordo que encontró en la librería. Este por lo menos me duró una semana, aunque hubiera sido un detalle que alguno de los dos se hubiera dado cuenta de que era el cuarto libro de una saga; habría sido bonito empezar a leerlos por el principio. El resto también es historia, la de una friki total de Harry Potter.

6. Las ilusiones perdidas, de Honoré Balzac. Otra de las lecturas obligatorias en la universidad, para la asignatura de Historia del Periodismo. Me costó navegar por sus páginas, a menudo plagadas de las descripciones exhaustivas que demanda el realismo, y aunque seguramente no lo hubiera elegido de forma voluntaria, me dejó un buen sabor de boca (y además me ayudó a aprobar la asignatura). 

7. Club de lucha, de Chuck Palahniuk. Con El club de la lucha rompí mi regla de oro y vi la película antes de leer el libro. En mi defensa diré que ni siquiera sabía que había libro. De hecho, tampoco sabía la existencia de la película hasta que topé con ella de forma fortuita. Y por de forma fortuita en realidad quiero decir que la vi después de descargarme todas las películas en las que aparecía Brad Pitt. Desde entonces es mi película favorita y me encanta que no pegue nada con lo que se supone son mis gustos. Años después me enteré de que en realidad se trataba de la adaptación de un libro, que leí obligada por lo mucho que me había gustado la película. Así es como descubrí a Palahniuk, un tipo que escribe de maravilla y al que estoy segura de que le falta algún tornillo.

8. El pianista, de Wladyslaw Szpilman. Lo elegí entre una lista de lecturas recomendadas en 2º de Bachillerato, para la asignatura de Historia. Antes había visto la película, también en clase, y como de costumbre, eso me arruinó la lectura.

9. La Celestina, de Fernando de Rojas. O el Lazarillo de Tormes, o El conde Lucanor, o esos capítulos sueltos de El Quijote que hay que leer sí o sí en secundaria. Pocas cosas hay en este mundo que odie más que tener que leer algo por imposición, pero las lecturas obligatorias del instituto son una tortura. ¿Cómo vas a engancharte a algo que se supone que es un disfrute, si estás obligado a hacerlo? Resultado: no aprendí nada y, lo peor de todo, tampoco me quedaron ganas de releer y disfrutar esos libros en condiciones.

10. La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker. Lo leí (y reseñé) prácticamente obligada por una campaña tremenda de marketing de la que ha sido imposible escapar este verano pero que, al menos, le hacía justicia al producto.

¿Y vosotros? ¿Recordáis libros que os hayan obligado a leer? ¿Lo odiáis o pensáis que es una oportunidad para descubrir nuevas lecturas?

Reseña: La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker

lunes, 14 de octubre de 2013

Joël Dicker. Alfaguara. 2012. 660 páginas

Una gran novela policiaca y romántica a tres tiempos acerca del asesinato de una joven de quince años en la pequeña ciudad de Aurora, en New Hampshire. En 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, visita a su mentor —Harry Quebert, autor de una aclamada novela—, y descubre que éste tuvo una relación secreta con Nola Kellergan. Poco después, Harry es arrestado, acusado de asesinato, al encontrarse en cadáver de Nola enterrado en su jardín. Marcus empieza a investigar y a escribir un libro sobre ello. Mientras intenta demostrar la inocencia de Harry, una trama de secretos sale a la luz.

“El primer capítulo, Marcus, es esencial. Si a los lectores no les gusta, no leerán el resto del libro”. Es un consejo. El primero de una larga lista de lecciones sobre la difícil tarea de escribir, pero también sobre la vida, que el afamado escritor Harry Quebert quiere inculcar a su discípulo, Marcus Goldman, a lo largo de las más de 600 páginas de La verdad sobre el caso Harry Quebert. Y a juzgar por cómo arranca el libro —con la llamada de una mujer a la policía de Aurora, un pequeño pueblo norteamericano, alertando sobre la posible muerte de una joven a manos de un hombre— parece como si Joël Dicker, el autor, se hubiera marcado como objetivo seguir al pie de la letra los consejos que da su propio personaje. 

Como indica el resumen del libro, el argumento se desarrolla en tres tiempos: durante el verano de 1975, en el que Harry Quebert se refugia en Aurora para escribir una obra maestra y se enamora de la adolescente Nola Kellergan, mucho más joven que él y que poco después desaparecerá sin dejar rastro; en 1998, cuando Marcus Goldman, un brillante y joven aspirante a escritor, conoce a Harry Quebert en la universidad; y en 2008, cuando el cadáver de la pequeña Nola aparece enterrado en el jardín de la casa que Harry Quebert tiene en Aurora. 

Cada capítulo arranca con uno de los consejos de Harry Quebert sobre cómo escribir un libro. Y cada capítulo es, también, una sucesión de personajes, conversaciones, revelaciones y giros inesperados, todos con un marco común: el misterio sobre la muerte de Nola Kellergan y el pueblecito de Aurora, un lugar aparentemente apacible donde, sin embargo, al escarbar un poco sobre la superficie, uno descubre que cada vecino esconde su propio secreto que quiere ocultar a toda costa porque le convierte en sospechoso de la muerte de la pequeña Nola. 


Después de un año de parón creativo e incapaz de escribir nada tras el éxito de su primera novela, Marcus Goldman, el discípulo de Harry Quebert, se traslada desde Nueva York hasta Aurora para investigar el crimen y demostrar la inocencia de su maestro, con la ayuda de un policía gruñón con el que hace una pareja estupenda. Es allí donde, empujado por su editor, que le exige una nueva novela, decide que la verdad sobre el caso Harry Quebert merece ser escrita y publicada. 


La trama está elaborada de forma muy inteligente y logra mantener el misterio desde la primera hasta la última página. Cuando crees que las piezas comienzan a encajar, el autor se marca un giro inesperado y tienes que volver a comenzar con el puzle. Los diálogos son ágiles e inteligentes y los personajes están bien construidos, con la excepción de la madre del protagonista, con la que creo que el autor quería incorporar una nota cómica a la historia, pero que resulta ser una madre cargante y absurda sin ninguna pizca de gracia. A pesar de que el ritmo de la narración avanza de forma muy rápida, el autor también encuentra hueco para dar profundidad a su protagonista, gracias sobre todo a los flashbacks, que muestran a un Marcus Goldman universitario consciente de que es un tipo brillante, pero que prefiere competir contra mediocres porque así se asegura la victoria. 

A La verdad sobre el caso Harry Quebert se le han encontrado parecidos y semejanzas con Nabokov y su Lolita, con Larsson y su trilogía Millennium e incluso con Philip Roth y su Pastoral americana. Se ha traducido a más de treinta idiomas y estoy segura de que este verano ha sido el título más visto en playas y piscinas. Para mí, fue uno de esos libros que no sabes de dónde salen pero que, de repente, están por todas partes. Creo que la primera vez que lo vi fue en el trabajo, un compañero debía de estar leyéndolo y lo dejó sobre la mesa. Me llamó la atención por el cuadro de Edward Hopper que ilustra su portada y que, perdón por el mal juego de palabras, le va que ni pintado. Luego volví a verlo en la librería, esta vez anunciado a bombo y platillo a la entrada. No había duda de que se trataba del aspirante a best-seller del verano. Lo compré sin ni siquiera leer la contraportada y no fue en absoluto una mala decisión.

Lo mejor: lo bien construida que está la trama, lo inesperado del final (al menos para mí), lo que engancha desde la primera página y lo bien conseguida que está la atmósfera del libro, en ese típico pequeño pueblo americano donde todos los vecinos tienen algo que esconder. 
Lo peor: Lo corto que se me hizo, a pesar de ser un tocho considerable, el personaje de la madre del protagonista y que éste a veces pareciera un investigador más experimentado que la propia policía. 


Nuevos vecinos en la estantería #1

viernes, 11 de octubre de 2013

Soy defensora del papel y enemiga declarada del libro electrónico. Cada Navidad y cumpleaños tengo que recordar que no quiero que me regalen uno... porque sé que acabaría utilizándolo. Y me odiaría a mí misma por ello. No hay nada más bonito que leer un libro en papel y, al terminar, colocarlo en la estantería. Como el presupuesto de una becaria-precaria no da para mucho, me tengo que conformar con las ediciones de bolsillo. De momento, estos son mis nuevos vecinos en la estantería.


Por los pelos, de Marian Keyes. Soy fan incondicional de Marian y siempre digo que de mayor quiero escribir tan bien como ella. Hay veces que simplemente me apetece leer uno de sus libros. Voy poco a poco, porque aunque su catálogo es extenso, también es de ese tipo de libros que si lees varios, uno detrás de otro, pueden cansar. Marian es chick-lit, pero del que está tan bien escrito que es injusto encasillarlo (y menospreciarlo) con etiquetas.

Los guardianes de la libertad, de Noam Chomsky y Edward S. Herman. Es de esos libros que aparecen en todas las listas de lecturas recomendadas en cualquier asignatura de Periodismo. Me animé con él con excusa, porque tenía que leerlo para examinarme de una asignatura. Habla de la manipulación en la prensa y de cómo los medios son un instrumento en manos del establishment, así que es una de esas lecturas sesudas que hay que tomarse con calma.

El Imperio, de Ryszard Kapuściński. Si Chomsky es lectura obligatoria en Periodismo, Kapuściński y su Los cínicos no sirven para este oficio es casi una asignatura más en la carrera. De El Imperio apenas llevo cien páginas y ya me tiene encantada. Y muerta de envidia por lo bien que escribe y por esa facilidad que tiene para mezclar la reflexión, las lecciones de historia y la crónica de sus viajes por la Unión Soviética.

Las uvas de la ira, de John Steinbeck. No me puedo resistir a un buen clásico a menos de 10 euros. Me da miedo y respeto empezar con él, pero ya lleva más de un mes en la estantería, así que creo que va siendo hora de ser valiente y abrirlo de una vez. En cuanto termine con El Imperio.