Mini-reseñas #2: Los años de peregrinación del chico sin color y El consejero

sábado, 29 de noviembre de 2014

Un par de libros que he leído en la última semana, en dos reseñas rápidas. Murakami, que siempre me deja con la duda al llegar a la última página, y mi estreno con Cormac McCarthy.

Los años de peregrinación del chico sin color, de Haruki Murakami. Hay dos cosas que me llamaron la atención al ver el penúltimo libro de Murakami en la librería: el título infinito y sin sentido, y la portada, casi calcada a la anterior edición del Libro de estilo de El País (no preguntéis cómo sé eso, simplemente lo tengo en casa). No son argumentos de peso para decidirse por un libro, pero me lo llevé a casa.

Es mi tercer título de Murakami, después de Tokio blues y After dark. El tercero también que me deja con la duda de si realmente me he enterado de lo que ha pasado cuando llego al final. Tsukuru Takazi se siente como un recipiente vacío, un hombre sin personalidad ni color que le distinga. A punto de alcanzar la madurez, carga desde hace 16 años un peso, una herida que creía cerrada pero que sigue manando sangre: a los 20, su pandilla del instituto, decidió dejarle de lado, sin explicaciones ni segundas oportunidades.

El libro va tejiendo un mundo de sueños, donde las realidades paralelas parecen tan tangibles como la propia vida. La de Tsukuru, transcurre ante sus ojos sin dejar apenas huella y te deja reflexionando sobre las épocas que vamos dejando atrás y todas las oportunidades que nunca llegaron a ser porque han desaparecido enterradas por el paso del tiempo. Me quedo con una frase: "Los objetivos concretos simplifican la vida".



El consejero, de Cormac McCarthy. El consejero es como un disparo: rápido y limpio, pero capaz de provocar cosas horribles. Y en apenas 100 páginas pasan cosas realmente horribles, que se desatan cuando un prestigioso abogado se involucra en una operación de tráfico de drogas en la frontera entre México y Estados Unidos. Su intención es hacerlo una sola vez para luego regresar a su vida con Laura, su prometida, y los bolsillos algo más llenos.

Está escrito en formato guión, por lo que el diálogo carga con casi todo el peso, aunque las páginas están llenas de acción y el resultado es muy cinematográfico. Hay conversaciones brillantes, duras y cómicas al mismo tiempo. La violencia como estándar de comportamiento, como la moneda de cambio más habitual, se trata con una naturalidad asombrosa, pero la historia termina casi tan rápido como empieza, así que es difícil profundizar o enganchar con los personajes. Al final queda la moraleja de que todas las decisiones, por esporádicas que uno pretenda que sean, tienen sus consecuencias.

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