Lo mejor (y lo peor) de 2013

martes, 31 de diciembre de 2013

El año que hoy se nos va me ha dejado una estantería nueva en casa para cargar con todos mis libros nuevos, 43 títulos leídos de los 40 que me había marcado como reto, unas cuantas sorpresas agradables y alguna que otra decepción.


El lado bueno de las cosas (Un final feliz), de Matthew Quick. Lo leí en enero, antes de ver la adaptación al cine que protagonizaron Jennifer Lawrence (con Oscar incluido) y Bradley Cooper. La película me gustó, pero como suele ser habitual el libro es mucho mejor y bastante distinto a la versión cinematográfica. Pat Peoples acaba de salir de una clínica psiquiátrica y vuelve a casa con sus padres. Su pasado es un misterio, pero él está convencido de que su vida es una peli ideada por Dios con un único final posible: recuperar a su mujer. Su historia es de esas que arrancan carcajadas, pero de las de reír por no llorar. Pat, con su obsesión por hacer abdominales y destripar clásicos de la literatura, es el personaje que más me ha hecho reír y más ternura me ha inspirado este año. Y por cierto, menuda birria de título que eligieron para la traducción al castellano.

Danza de dragones, de George R.R. Martin. Intentaré hace una mini-reseña sin pisar ningún spoiler por el camino. He tardado mis dos años en ponerme al día con la saga Canción de hielo y fuego. Los libros son largos, densos y hay partes que exigen unas cuantas dosis de fuerza de voluntad y paciencia para continuar. Después del bajón que dio Martin en el cuarto libro, Festín de cuervos, el quinto vuelve a recuperar el pulso y la acción. Me gustan las historias que crean atmósferas, pero Martin debió de quedarse con más imaginación de la que le correspondía porque lo que hace con esta saga es crear todo un mundo, complejo, con dobleces, con sus lecciones de historia y de geografía, y con todo un catálogo de personajes, familias y traiciones. Si todavía no has leído los libros, hazlo. Si sólo has visto la serie Juego de tronos, hazlo también. Y si ya los has leído, sólo nos queda rezar para que Martin saque Vientos de invierno pronto.

En mi perfil de Goodreads pude añadir en noviembre otra calificación de cinco estrellas. Se las merece Juan José Millás. Lo hace casi siempre, porque tiene una mirada y una forma de escribir que me dan mucha envidia. Pero se las merece sobre todo por Hay algo que no es como me dicen: el caso de Nevenka Fernández contra la realidad. Un libro que es un gran reportaje sobre Nevenka Fernández, una joven que en 2001 tuvo que enfrentarse a sí misma y a lo que creía ser su mundo para denunciar a Ismael Álvarez, entonces alcalde de Ponferrada. Entonces su jefe y también su acosador. Es una historia delicada, que en su momento copó páginas de periódicos y horas de televisión, y que sólo alguien como Millás puede contar como se merece.

Divergente, de Veronica Roth. Y para terminar el resumen del año, una saga. Mucho mejor que la otra serie juvenil que he leído este año, Cazadores de sombras, y más entretenida incluso que Los juegos del hambre. Dejo la reseña para otro post porque pretendo extenderme, pero puedo decir que la saga merece la pena, engancha y oh, milagro, tiene una protagonista decidida y con personalidad. La ausencia de tríos amorosos también se agradece. Ah, y que hay película a la vista.

La decepción del año se la dejo para Pídeme lo que quieras, de Megan Maxwell. Y también para las editoriales, que de vez en cuando se empeñan en repetir patrones de éxito y publicar libros clónicos que no aportan nada. En 2013 tocó repetir la fórmula de Cincuenta sombras de Grey y las librerías se llenaron con eso que algunos llaman (con muy poca gracia) porno para mamás. 

A Christian Grey lo leí y lo toleré, pero sólo por motivos sentimentales: en su origen había sido un fanfiction de Crepúsculo y era la primera historia del fandom que saltaba de la pantalla al papel con tanto éxito. Pero de calidad literaria andaba muy justo. Me animé con Pídeme lo que quieras porque me lo habían recomendado mucho, pero además de tener la sensación de estar leyendo la misma historia otra vez, ni siquiera estaba bien escrito. Y aunque las editoriales parezcan empecinadas en demostrarme lo contrario, todavía creo que se puede escribir erótica y romántica bien, con coherencia y sin caer en la fórmula de hombre-de-negocios-irresistible-y-altamente-ahostiable+jovencita-obnubilada-e-incapaz-de pensar-por-sí-misma.

¿Cuáles han sido vuestros mejores y peores libros de 2013? ¡Y feliz año! Que 2014 esté lleno de (buenas) lecturas y que dentro de un año podamos compartirlas.

La báscula #1: Aspirantes a escritor. Mundo Fanfiction

lunes, 9 de diciembre de 2013

Seguro que te ha pasado más de una vez. Ya sabes, empezar un libro y no poder parar de leer. En el metro, durante los descansos entre clase y clase e, incluso, (aunque solo apto para los más osados) caminando por la calle. Los personajes son perfectos, los diálogos fluidos y la trama novedosa. Pero cuando llegas a la última página, no das crédito a lo que leen tus ojos. ¿Qué ha podido pasar? El final es lo más infumable que has leído en mucho tiempo. Alguien incluso se diría a sí mismo “yo lo hubiera hecho mejor”.

Esa es la idea que se esconde tras el fenómeno fanfiction. Para los que no estén familiarizados con el concepto, fanfiction es, ni más ni menos, lo que indica el propio término: ficción de fans. Crear tu propia historia sobre la base de algo ya existente. Fans que toman su obra favorita, retorciendo los personajes, forzando el argumento hasta conseguir algo que en poco o mucho —eso ya depende de la creatividad de cada uno— se asemeja al original.

Libros, películas, series de televisión. Incluso los videojuegos son aptos. El único límite es la imaginación. Porque el objetivo del fanfiction (o fic, en su versión abreviada) es, como reza el eslogan del mayor portal web para la publicación de estos relatos, liberar la imaginación. Exactamente el mismo que persigue la literatura al uso, pero bajo una fórmula alternativa y en absoluto ortodoxa.

El perfil del autor de este tipo de historias no sigue un criterio común y varía en gran medida dependiendo del fandom (literalmente, reino de fans, o el concreto libro, película, etc. sobre el que estemos leyendo). Desde adolescentes que se dejan guiar por la novedad y publican sus historias como un simple medio de relación social más, hasta escritores aficionados (aunque sea injusto utilizar ese adjetivo) que llevan toda su vida creando historias y encuentran en el mundo fanfiction la oportunidad perfecta para dar a conocer sus ideas.

“Escribo prácticamente desde que aprendí a hacerlo”, asegura una estas autoras de fics. “Cuando era adolescente, no las escribía por pereza; fue con los fanfics con lo que decidí volver a plasmar mis locuras en papel”. Cristina publica sus historias bajo seudónimo desde hace dos años. Tiene muy claro que escribir no es simplemente un pasatiempo. Le encantaría poder dedicarse profesionalmente a ello, pero sabe que es un camino arduo. “Hoy en día cualquiera puede escribir un libro y hay tantos en el mercado que sobresalir entre ellos es complicado”.

A pesar de tratarse de una especie de literatura alternativa, el universo fanfiction tampoco escapa de las modas. Aunque sean las que sus propios autores y lectores dictan. Un ejemplo: entre la publicación de los libros quinto y séptimo de la saga Harry Potter, el número de páginas web, lectores y, sobre todo, autores dedicados a la publicación de relatos fan crecía cada día. Hoy, casi cuatro años después de la publicación de Las reliquias de la muerte, el libro que cierra la saga, el fandom dedicado al joven mago se encuentra en decadencia.

Sin embargo, a pesar del ir y venir de las modas, en el mundo fic hay cabida para todo. La escala de originalidad de estos relatos es infinita y puede variar desde simples modificaciones de la obra de referencia hasta la creación de un verdadero universo alternativo que tan solo guarda en común con el original el nombre y la descripción física de los personajes. De nuevo, el único límite es la imaginación y la creatividad del autor.

Pero también lo que el lector quiere encontrarse. La interrelación entre el escritor y su público, esa que es prácticamente inexistente en el mundo editorial actual, alcanza con el fanfiction su máximo apogeo. El autor de fics (o ficker, ya que estamos con la terminología técnica) está en constante contacto con sus lectores gracias a la opción que todas las webs habilitan para que cualquier usuario pueda dejar su comentario. Las historias se suelen subir a la red capítulo a capítulo según se van escribiendo, de modo que el lector tiene la posibilidad de publicar su opinión en cualquier momento y a lo largo de todo el desarrollo de la trama.

Estos relatos escritos por fans tampoco escapan de la crítica. La primera y más importante: el posible conflicto con los derechos de propiedad intelectual del creador de la obra original. No hay una solución unánime al problema. Algunos autores, como es el caso de J. K. Rowling, han declarado no tener inconveniente alguno con la publicación de estas historias. No obstante, es habitual que las páginas web que albergan este tipo de relatos incluyan en sus normas una lista con los escritores que no permiten la utilización de sus obras para la creación de fanfiction.

Pero quizás la crítica que más duele, y la menos merecida, es la de aquellos que menosprecian el género, tachándolo de marginal, propio de aficionados y carente de originalidad. “No somos profesionales”, asegura Cristina, “pero eso no evita que nuestro trabajo y dedicación sea el mismo, o quizás más, que el de muchos escritores de renombre”. Al fin y al cabo, se trata de escribir. Dejar volar la imaginación y compartir las ideas. ¿Qué importa lo demás?

Cómo iniciarse en el mundo fanfiction en cinco simples pasos:

Las páginas web. Fanfiction.net es el reino por excelencia de los fickers, pero el mundo no termina ahí. Webs que acogen todo tipo de historias, otras dedicadas a un fandom en particular, blogs, cuentas livejournal en las que se organizan retos entre escritores. Hay para todos los gustos.

La terminología fanfiction. Desde nuevas denominaciones para los géneros literarios (angst, cuando estamos hablando del drama de toda la vida), hasta llegar a todo un catálogo de términos propios sobre personajes o tipos de relatos; el mundo fic parece haber creado su propio diccionario para designar absolutamente todo a su manera. Ahí van unos ejemplos: one-shot es un relato de un solo capítulo y no más de mil palabras; OoC (out of character) son los personajes que el autor ha deformado tanto que ya no guardan ninguna similitud con el original; y disclaimer es la advertencia legal que se coloca al inicio de cada capítulo para indicar que los derechos de propiedad intelectual corresponden al autor de la obra original.

Los reviews. Es decir, los comentarios que dejan los lectores. El único índice de popularidad fiable. No están necesariamente relacionados con la calidad de la historia, pero sí con su número de lectores. Un fic con más de mil reviews es un todo un éxito. Si además los ha conseguido en menos de diez capítulos, se merece entrar directamente al salón de la fama.

Los autores. Un poco de todo y de todo un poco. Adolescentes enamoradas de vampiros vegetarianos que brillan a la luz del sol, adultos que aún esperan una carta de Hogwarts (aunque ya se les haya pasado el arroz) o empollones que pueden recitar de memoria los diálogos de El señor de los anillos (en élfico, por supuesto). La fauna típica y tópica del mundo fanfiction es muy abundante. Aunque también los hay (muchos) que escapan a las generalizaciones.

Los fandom. El hábitat natural del fanfiction son las novelas, pero la inspiración no se agota en las páginas de un libro. Hay lugar para lo clásico (películas, cómics y series de televisión), pero también para videojuegos, anime o musicales. Incluso se da cabida al crossover, o mezcla de varias obras de referencia en una misma historia.